¿Por qué es importante ser Patrimonio de la Humanidad?
En primer lugar debemos entender qué es la UNESCO y qué les llevó a decidir que había monumentos, construcciones o fiestas que merecían ser declaradas Patrimonio de la Humanidad. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) creó en el año 1945 una división específica para velar por los aspectos culturales derivados del conocimiento y el saber que el ser humano había ido transmitiendo a lo largo de los siglos. El objetivo era proteger la educación, la cultura, la historia, el legado y, en definitiva, el patrimonio de los diferentes pueblos. El momento no podía ser más oportuno. Después de la II Guerra Mundial, durante la que hubo tremendos daños materiales y sociales en muchas ciudades europeas, la creación de la UNESCO fue una apuesta por la educación, la cultura, la paz y el entendimiento entre los diferentes pueblos. Así empezaron a ponerse en valor todos aquellos elementos naturales o artificiales, tangibles e inmateriales que promueven todos esos valores.
Pero no fue hasta 1972 cuando se celebró en París la Convención sobre la Protección del patrimonio mundial, cultural y material. Allí se decidió dar comiendo a este listado, en principio sólo material, con el fin de ensalzar aquellos bienes que, por su importancia y grandeza, merecían trascender las naciones y traspasar fronteras, formando parte del patrimonio mundial. De este modo se compartía la responsabilidad de su conservación y protección no sólo a la nación en cuestión, sino entre todos los pueblos del planeta. Este punto es importante porque muchas naciones poseen un gran patrimonio, tanto material como inmaterial, que son incapaces de proteger por sí mismas. Hablamos de países en guerra, afectados por crisis económicas o demás situaciones que puedan influir en el cuidado de monumentos o la celebración de festejos y tradiciones. En esos casos, la UNESCO advierte e interviene, en la medida de lo posible, para tratar de proteger el legado.
¿Qué tipo de Patrimonio existe?
Los sitios naturales añadidos a la lista se consideran Reserva de la Biosfera y se diferencian de aquellos que son fruto del saber y conocimiento del ser humano. Estos últimos, a su vez, se dividen entre Patrimonio Cultural Material e Inmaterial. Los materiales son aquellas construcciones o enclaves edificados por el hombre. Los inmateriales incluyen aquellas tradiciones intangibles que pertenecen a una sociedad, han sido transmitidas durante varias generaciones. La UNESCO va más allá y revisa su listado para incluir aquellos bienes (tanto materiales como inmateriales) que están en situación de riesgo. En el apartado inmaterial, se refieren a ellos como "patrimonio que requiere medidas urgentes de salvaguardia". Sin ir más lejos, este año se ha incluido en esta lista la "danza y música con lira arqueada del pueblo madi" (Uganda) o el "proceso de fabricación de cerámica negra de Bisalhaes" (Portugal). Las Fallas han sido incluidas en el listado general, llamado Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, sin requerir de esas medidas urgentes y protectoras.
a) tradiciones y expresiones orales, incluido el idioma como vehículo del patrimonio cultural
inmaterial;
b) artes del espectáculo;
c) usos sociales, rituales y actos festivos;
d) conocimientos y usos relacionados con la
naturaleza y el universo;
e) técnicas artesanales tradicionales.
Con todo esto, parecía evidente que el reconocimiento acabaría llegando, sólo faltaba por saber cuándo. Otras tradiciones igual de representativas, pero quizás menos conocidas, formaban parte del listado de patrimonio cultural inmaterial desde hace algunos años. El flamenco, la dieta mediterránea o la fiesta de los Patios de Córdoba ya habían sido reconocidos.
Aunque la fiesta fallera incluye e involucra lugares físicos de la ciudad y creaciones materiales, es evidente su carácter inmaterial e intangible. Nadie como los valencianos conoce la metamorfosis que puede originar una fiesta en una ciudad para, de repente, en las primeras horas del día 20 de marzo, no dejar apenas huella palpable de lo ocurrido durante la última semana. Y más allá de eso, se trata de un festejo que une a la gente, que engloba tradición oral, arte efímero en la calle, usos sociales, rituales y actos festivos. Incluso lo más tangible de las Fallas, los propios monumentos, no podrían entenderse sin ese componente artesanal y social de crítica mordaz que hay detrás, algo que también ha sido reconocido por la UNESCO.
Cabe esperar que, para quien no conozca las Fallas en el extranjero, esta declaración internacional sirva como sello de calidad que le asegure que nuestras fiestas son una gran contribución a la cultura, que no es una simple fiesta a la que venir a emborracharse. Equivale a una aprobación de dimensiones globales, una referencia como pueden serlo las estrellas Michelin a un restaurante.